

Antes de nada, los hechos. Judith de Francia era hija del rey Carlos el Calvo de Francia Occidental y de la reina Ermesina. A los 12 años fue casada con Ethelwulfo, rey de Wessex, un hombre mucho mayor que ella, que murió a los dos años. Posteriormente se volvió a casar con su hijastro Ethelbaldo, aunque este tampoco duró mucho. De este modo, a los 16 años, Judith ya había enviudado dos veces, sin que ella misma tuviera nada que decir al respecto. Nada de particular, en aquella época. Los matrimonios se concertaban por razones puramente estratégicas.
¿Qué Balduino?
Después, las cosas se ponen más interesantes. El padre de Judith, Carlos el Calvo, la lleva a la ciudad fortificada de Senlis (cerca de París). Al «encerrarla» de forma segura, deja de correr el riesgo de tener que compartir parte de su territorio o riqueza. Sin embargo, de repente aparece un tal Balduino, un hombre de mucha menor nobleza. Una persona que sin duda no está a la altura de alguien de alta alcurnia como Judith. No sabemos exactamente qué es lo que pasa de puertas para adentro, pero Judith y él huyen juntos con la intención de casarse.

Su padre se pone furioso, ya que una afrenta así es una fea marca en su historial. Hasta el Papa tuvo que interceder personalmente para que Carlos permitiera el matrimonio. A regañadientes, en torno al año 864 nombró a Balduino conde de «Flandes», una zona pantanosa situada entre el mar del Norte y el Yser. Un pedazo de tierra que no significó gran cosa en su momento, pero que más tarde se convirtió en una región puntera, con prósperas ciudades como Gante y Brujas. Los condes de Flandes se convirtieron en la flor y nata de la aristocracia europea. Así llegamos al periodo que muchos conocen más.
Cabe destacar por tanto que Judith es así la «mater familias» de toda esa dinastía. Sin su intervención, nuestra historia podría haber sido totalmente distinta. Evidentemente, sigue flotando una pregunta en el aire: ¿por qué? ¿Por qué huyó de Senlis? Los documentos de la época hablan simplemente de que «partieron juntos», aunque a esto se le ha dado distintas interpretaciones a lo largo de los años.
Cabe destacar por tanto que Judith es así la «mater familias» de toda esa dinastía. Sin su intervención, nuestra historia podría haber sido totalmente distinta.
Judith de Flandes: ¡para todos los gustos!
En los siglos XIV y XV, Judith se convierte en una protagonista habitual de las novelas de amor. En ellas se la presenta como una joven ingenua que se deja seducir por Balduino. Antiguamente, para el hecho de huir de Senlis se utilizaba el eufemismo de que había sido «llevada» por un príncipe en un caballo blanco. Al tratarse de amor prohibido, se vieron obligados a vagar por Europa un tiempo, pero Judith siguió a su corazón de todos modos. Algo así.

Pero no es así como lo vieron los cronistas británicos. Convirtieron a Judith en una francesa lasciva, una especie de Emanuelle avant la lettre, una pervertida que se volvió a casar con su propio hijo. Del hecho de que Ethelbaldo fuera su hijastro, no de su propia sangre, no se dice ni una palabra. Convierten a la adolescente en una arpía incestuosa. Esa imagen negativa y con una fuerte carga sexual siguió en vigor allí hasta finales del siglo XIX. Ya se sabe, los británicos contra Europa...
¿La madre de todos los flamencos?
Pero con nosotros, se hizo con otro caché. Judith puso literalmente el nombre de Flandes en el mapa de Europa, razón por la que la consideramos una especie de «madre primigenia» de los flamencos. Evidentemente, no es más que una tontería; como mucho fue la madre de una dinastía. En este momento, con figuras históricas como Judith, se corre el riesgo de que su memoria sea utilizada para alentar ideas nacionalistas...
Tras la Segunda Guerra Mundial, surge la imagen feminista: Judith como una joven que ya ha sufrido demasiado al principio de su vida y decide tomar cartas en el asunto. Se rebela contra su padre, pero también contra el patriarcado, en cierto sentido. En una novela, por ejemplo, aparece ella dirigiendo una cacería de jabalíes, en lugar de un hombre. Recientemente se han publicado otros dos libros que refuerzan esa imagen de protofeminista.

Lo que destaca en todas las historias, desde las que la pintan como una arpía hasta como una mujer feroz, es que Judith permaneció eternamente joven. Desde que Balduino se convirtió en conde (Brazo de Hierro), desapareció en un segundo plano. Por ello en las imágenes siempre se la ve como una adolescente incipiente, aunque sabemos que tuvo al menos dos hijos más. En nuestra exposición, intentamos también modificar un poco esa imagen, creando una simulación del rostro que pertenecía al esqueleto... SI es ella, claro, pero esa es otra historia.
Steven Vanderputten
Steven Vanderputten es profesor de Historia de la Universidad de Gante. Lleva a cabo investigaciones académicas sobre nuestra sociedad y cultura medievales, con especial atención por el periodo comprendido entre los siglos IX y XII, un período al que no quiere llamar «la oscura Edad Media».
